Ausangate Camino Mistico
Ausangate, el camino místico hacia el nevado sagrado.
El Ausangate, desde el minuto cero, me quitó el aliento y, no sólo estoy hablando de la altura, sino de la belleza que sus blancos colores y cielos azules nos regalan. Despertar temprano y embarcarte en lo que será una gran aventura, le acelera el corazón a cualquiera, pero, saber que en unas horas tendrás frente a ti al más bello espectáculo de la naturaleza, es un privilegio que no todos podemos tener. Ni en mis más remotos sueños hubiera pensado estar frente a tan increíble nevado.
Es propicio mencionar que tuve que enfrentar a la montaña más grande de todo el Cusco y la quinta más grande del Perú. Este impresionante glaciar forma parte de la cordillera del Vilcanota y se encuentra ubicado en la provincia de Quispicanchis. Si hay algo que tienes que hacer una vez en tu vida, es caminar frente a un nevado. No te miento, no será fácil, pero, ¿Qué es fácil en la vida?
Las previas
Desde que supe que caminaría por tres días en lo que es una de las rutas más famosas del senderismo, mi mente volaba tratando de imaginar un mínimo de lo que sería este espectáculo. ¿Tendría que escalar? ¿Se caminan los 3 días completos? ¿Veré nieve en todo el camino? ¿Hace mucho frío? Muchas interrogantes que sólo incrementan las ansias de conocerlo todo.
Un día antes del día cero, tuve la suerte de tener una reunión introductoria para ponerle un alto a mis interrogantes y conocer el gran desafío al que me estaba por enfrentar. Conocí al guía encargado de nuestro trayecto y a los que serían mis hermanos de caminata en los próximos 3 días. Las explicaciones fueron nuestro cable a tierra y las recomendaciones y los mapas nuestros mandamientos. Con la mente en el juego, sólo unas horas me separarían de la aventura.
Hoy comienza todo. ¿Estoy lista?
4 a.m y mi alarma me indica que la partida está cerca. Tomo mi mochila llena de ilusiones, un poco de agua, una casaca y me subo en el bus que nos llevará, a mí y a mis compañeros de ruta, hasta Tinke. Desde que me senté, sólo podía pensar a qué hora llegaríamos. Tras haberme dormido por 2 horas y media, desperté en un paisaje totalmente distinto, verdes campos, cielos despejados y fríos vientos me indicaban que se estaba acercando la hora de la verdad.
Al bajar de nuestro transporte, pude contemplar a lo lejos un pico blanco que me daba la bienvenida a sus bendecidas tierras. Ya estoy aquí, sólo me queda continuar. Pasados unos minutos, el desayuno estaba listo. Un buffet bastó para que se me abriera el apetito y pues, ¿Quién no con tremendos manjares? Tostadas, pancakes, frituras e infusiones que nos permitieron despertar para poder comenzar con la caminata.
La primera impresión es la más importante de todas
Comienza lo interesante. Tomo aire y empiezo a ascender gradualmente a través de la comunidad, los pobladores que nos ven pasar nos sonríen y estoy casi segura que nos desean mucha suerte. Por aproximadamente 3 horas de caminata bajo un intenso sol, roja y con los ojos locos por capturar todo lo que hay para ver, llegamos al lugar de almuerzo en Upis. Este momento lo llevaré en mi corazón toda la vida. Un blanco manto frente a un río de cristalinas aguas se presenta como el acto principal de toda esta caminata. Tras dejar nuestras cosas, otro extraordinario buffet de comida reconfortante nos espera. Almorzamos y admiramos unos minutos más este preciado regalo antes de continuar con la aventura.
Todo lo que sube, tiene que bajar ¿No?
Subimos para tener una vista panorámica de todo lo que nos estuvimos perdiendo en este tiempo. Casi sin aliento y rogando que no llueva mucho para poder disfrutar más del camino, llegamos después de 2 horas y media al primer paso de la trayectoria, el Abra Arapa que nos regala un asiento en primera fila para un mágico meet and greet con lo que estuvimos esperando: El Apu Ausangate. Es increíble como el misticismo de los apus y la energía de la Pachamama invaden nuestro ser y nos hacen entrar en armonía con la relación hombre-naturaleza.
Fotos por aquí, fotos por allá y después de deslumbrar nuestros ojos y decirle adiós a esta irrepetible vista, bajaremos a nuestro lugar de campamento. Ojo, y lo digo por experiencia propia, cuidado con las bajadas que en vez de caminar puedes terminar rodando. Pucacocha nos espera con el más grande espejo natural, el reflejo de la luna en la inmensa masa de nieve que será nuestro reflector en esta noche estrellada.
En la cima del mundo
¿Te imaginas despertar y lo primero que ves es un gran nevado? Pues, me di cuenta de que si caminas un poquito más de lo normal, te puedes encontrar con maravillas como estas. Un matecito de coca y a continuar a lo que vinimos, seguir ascendiendo en búsqueda de la mejor vista. Nos toca conquistar el Abra Puca, una subidita y “acasito nomás” estará la vista panorámica que tanto estábamos buscando. Alista una piedrita, que mostraremos respeto con una tradicional Apacheta (torre de piedras que son dejadas en las alturas). Las fotos no le hacen justicia. Verlo con tus propios ojos será una experiencia fuera de este mundo.
Llega la hora de la bajada y el estómago ya nos pide un alto para poder almorzar. En un pequeño lugar llamado Anantapata espera una mesa llena de manjares para que podamos recuperarnos antes de la última subida. Mientras bajaba me iba acercando a una escena peculiar: Una casita de adobe con dos visitantes en ella, la señora que se dedicaba a tejer en los verdes pastos de los alrededores y el señor que se sentaba en la puerta de la casita contemplando el horizonte.
Barriga llena, corazón contento. Nos alistamos para conquistar el segundo abra del día, sí, 2 abras en un solo día y yo ya tenía el corazón en la mano. Tomamos nuestras mochilas y lo impredecible de la montaña nos sorprende, una “lluviecita” que nos dice que pagaremos nuestros karmas en la subida hacia Warmisaya. Aquí arriba, pese a la lluvia y al granizo, todo sigue siendo mágico y puedo sentir que la brisa acaricia mis pensamientos.
La última noche
Después de un día subiendo y bajando las montañas, yo sentía que las piernas no daban más y sólo quería ir a descansar. De pronto, buenas noticias llegan, el guía nos dice que una bajadita más y estaremos en tierra santa. Mientras tomo valor para seguir bajando, puedo divisar a lo lejos una montaña colorida, efectivamente, es la Montaña Arcoíris.
Más ansiosa que antes por ver que más nos oculta esa travesía, continuo con mi bajada hacia el campamento que poco a poco se va acercando. Mientras tomo fotos y escucho mis propios pensamientos en el silencio de las montañas y agradezco haber tomado la decisión de salir de mi zona de confort. Después de aproximadamente 2 horas, llego a Surinecocha, nuestros arrieros y cocineros nos esperan con todo listo y un atardecer naranja nos indica que el viaje va llegando a su fin.
Tras pasar unos minutos tomando fotos y hablando con Avelino, el arriero, me doy cuenta de lo afortunada que soy y cómo a veces nos perdemos experiencias como estas.
Luego de estirar las piernas por unos minutos, la cena está lista. Conversar con mis compañeros de viaje es reconfortante, pues yo pensé que la había pasado mal pero no, cada uno sufrió sus propias penurias pero aquí estamos, sentados uno frente al otro con el corazón en la mano recordando lo más bonito del trayecto y escuchando al guía que nos da las últimas indicaciones para mañana. Como si no fuera lo suficientemente afortunada, antes de dormir, el cielo me regala algo inesperado, una estrella fugaz que me cae como bendición del destino.
El óleo natural sobre las montañas
El momento de decirle adiós al campamento y la ruta que nos acogió durante estos últimos días para aventurarnos en conocer una nueva maravilla: La Montaña Arcoíris. Cada vez que te digan que algo es imposible, recuerda una y mil veces que en Cusco tenemos una montaña de colores, si, no leíste mal, una montaña con 7 colores que se deja ver entre nevados imponentes y pone al descubierto sus peculiares colores a la vista del mundo.
Salimos temprano y durante 45 minutos mi corazón se aceleró, pues estaba a nada de presenciarlo todo. Tras una pequeña subida, 5200 m.s.n.m me gritan que lo logré, miro a mi alrededor y los colores me destellan en los ojos. Efectivamente, ¡si tiene 7 colores!. Descanso un momento, me arreglo un poco y sonrío frente a la cámara con tal satisfacción de poder tener delante mío, en todo su esplendor esta maravilla de la naturaleza. Sin neblina y con un sol que resalta el arcoíris natural de la montaña Vinicunca, por fin pude capturar mi foto de portada.
Toca descender rumbo a nuestro último punto y me siento una experta en caminatas. Esta bajada la hice en un abrir y cerrar de ojos, pues, comparado con todo lo que tuve que vivir en los últimos días, esto es nada. Al llegar a Llacto, lugar de parqueo de los vehículos, sentí que había ganado un Óscar por tan increíble caminata.
Aquí me despedí del arriero y parte del equipo que nos acompañó para continuar con mis compañeros y el guía hasta Rumi Punku. Tuve un pequeño nudo en la garganta porque tener el lujo de compartir experiencias extraordinarias con gente A1 como ellos, es un privilegio.
Tras recorrer en bus por 2 horas aproximadamente, llegamos a la antiguamente conocida “puerta del ingreso a Cusco”. Rumi Punku nos recibe con un sol deslumbrante, como para cerrar con broche de oro esta aventura. Me despido de la caminata, abordo el bus y pronto llegaré a casa, con el corazón en la mano y las ganas de querer comerme el mundo para vivir experiencias como estas toda la vida
Nunca sabes lo que te puedes encontrar en el camino, las personas que conocerás y mucho menos los escenarios que puedes recorrer. Si pudiera dar un consejo sería: Sal de tu casa, toma tu mochila y alista tu cámara qué tus sueños están a un paso de distancia y la oportunidad de vivir lo inexplicable depende sólo de un si.
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